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Channel: TORNARUGBY
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El mejor equipo All Black

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No ha terminado el torneo que se debería llamar IV Naciones y los All Blacks son campeones. Pude verlos el domingo de buena mañana (mala cosa antes de un partido de veteranos, que subyace siempre, aun a esta edad, el riesgo de emular lo inalcanzable, más con un chasis deteriorado movido por músculo cordial remolón y dirigido por sinápsis alteradas). De pasada atendí, redes sociales mediante, a debate relativo a su puesto en el escalafón. Que son los mejores desde 1995, desde luego. A la fecha Jonah Lomu, Andrew Mehrtens, Tana Umaga, Zinzan Brooke, Kevin Mealamu y demás parecen simples hitos evolutivos en una cadena de la que éstos de hoy quizás son solamente otro eslabón. Supongo que en alguna olvidada aldea del Veldt en el antiguo Traansval o en un algún suburbio bonaerense o quizás en alguna oficina de Bath o Cardiff algún adelantado planee contramedidas, porque de lo contrario el dominio que se adivina va a privar de emoción, que no de placer estético, a cualquier partido de nuestros antípodas.

Digo que desde 1995 porque hay que comparar magnitudes homogéneas, y lo que jugaron George Nepia, por remontarnos al principio, Graham Mourie, Stu Wilson o Wayne Shelford, no es lo mismo, aunque lo parezca. Y reconociendo, además, que una de las virtudes que más me atraen de estos All Blacks es que hacen que creamos ver el deporte que fue, aunque a velocidad supersónica. Ya he dicho que conducen su rugby dos marchas por encima del resto, de tal forma que les permite desarrollar un juego relativamente simple, atractivo y por demás espectacular regodeándose en todas las suertes del lance. Posesiones seguras, movimientos fulgurantes y toda variedad de combinaciones tácticas conforme el rival se desfonda, hasta llegar al fatídico muro del minuto 60, cuando disponen la caja de cambios en la velocidad definitiva y el oponente, simplemente, desaparece. A Read le falta un sombrero (negro, claro) con las espadas cruzadas del 7º de Caballería para oficiar de coronel Kilgore y, atronando la Cabalgata de las Walkirias por la megafonía, acabar la haka asegurando que le encanta el olor al miedo que algunos rivales ocultan tras socarrona sonrisa. No hay duda de que la presunta generación de transición no lo es ya. O quizás sea este el estado natural de los caballeros enlutados, en eterna evolución, inalcanzables, producto depurado de virtuoso círculo que comenzó con la vigorosa dedicación de unos campesinos escoceses e irlandeses que extendieron la fe de Ellis entre los nativos, aún adoradores de Tangaroa y otras feroces deidades polinésicas. No sabían los O'Keffe ni los McDonald que la mixtura iba a poner (ANZAC exceptuado) a la isla de la Nube Blanca en el mapa. 

No es ya el murmullo de admiración que levantan al pisar el pasto, es la superioridad con que afrontan cada desafío desde la atalaya de un privilegio que por mor de concesión floklórica les situa algunos puntos por delante, pues ese lacerante trámite, consentido, acaba de por sí con cualquier atisbo de equidad. Al rival se le concede el honor de presenciarlo y la gracia, además, de enfrentarse al reconocido mejor. Sólo el albur de la diosa Fortuna o una disposición de ánimo especialmente exacerbada y la más rigurosa concentración permitirá a un XV que se desempeñe precisamente sin errores propiciar una improbable derrota All Black. Las exacerbadas Francia de Ondarts en 1986 (el test de Nantes) o Sudáfrica de Pienaar en la final de 1995, la concentrada Inglaterra de Carling en 1993 en Twickers o la afortunada Australia de 1991 (aquella semifinal) son ejemplos históricos de mi tesis. 

Como nada es eterno, caerán, sí. Pero su caída será apenas interludio entre dos etapas de esplendor, como ha sucedido siempre. Que se lo cuenten a sus vecinos de hemisferio. Basta con comparar las estadísticas que abruman a los más cercanos, los Wallabies: 126 victorias negras por 48 oro y casi 1300 puntos de diferencia entre ambos equipos. Nada menos. Así, señores, si uno no luce el helecho plateado en el pecho, ha de plantearse necesariamente si no será mejor obviar el relato de sus partidos frente a la Nube Blanca, como los vestustos galos more goscinniana aquello de Alesia y rememorar solamente las ocasiones frente a las otras tres naciones australes.

Advertirán, por cierto, que de nuestro hemisferio, hoy, nada digo, salvo que no hay comparación. Con pesar. Añado que el título de esta entrada es, acaso, un pleonasmo.

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