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A cuenta del Pumas v All Blacks

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El fantasma del no ensayo del Flaco ha trascendido aquel partido en Ferrocarril Oeste de 1985. Y vuelve y retorna cada vez que los Pumas se enfrentan a los Hombres de Negro, esos que han convertido en un arte de cirujano diseccionar los errores del rival. Hoy ha sido casi manifiesto el poderío argentino en la jugada que nos define, la melé, el scrum, la que los australianos tienen tanto interés en devaluar (quiera Webb Ellis desde el Elíseo Oval que fracasen) pero no ha bastado.

Sin embargo, es inevitable, se acerca el día. El progreso de los Pumas es directamente proporcional a la competencia que afrontan desde que entraron en el IV Naciones y muestra de que hay caminos diversos para acercarse a los mejores. El otro es el italiano, tan distinto, desde arriba, con marcas, dinero y oriundi, pero ambos sirven, aunque yo prefiero el de amplias bases, competencia interna muy consolidada y mucho rugby educativo y social. Casi cabe decir que el rugby argentino llega a la élite por decantación natural de sus cualidades y trabajo con los críos y lo de los italianos -pirámide invertida- es ingeniería rugbística. Sea. Hay quien podría tomar ejemplo.

Por lo demás del partido de esta mañana, entrevisto solamente merced a un enlace defectuoso, me llama la atención la marca que alcanza McCaw: 130 caps, algo que le promete un lugar en los récords estadísticos, que en la pequeña historia de lo nuestro ya lo tiene, e infinitos dolores articulares en su cincuentena. Porque detrás de tantos partidos internacionales hay al menos cuatro veces más de los otros, cifra que planteo aleatoriamente porque no me he molestado en hacer el cálculo. Solamente piensen en los partidos de club, provincia y franquicia que llevará encima desde que madurara como jugador. Como muchos delanteros, se va a convertir, además, en una estación de predicción meteorológica ambulante, lo que podrá compaginar con los comentarios deportivos para la televisión que en su día le contrate. Convengo en que quizás mi presagio sea pesimista, pues el trato que se dispensa a un flanker internacional en Nueva Zelanda ha de ser forzosamente distinto al de un utilityforward español semiretirado y que a lo más que llegó fue a jugar en el actual equivalente de División  de Honor B. A mi, desde luego, me duele casi todo, pero quizás a McCaw le protejan sus cualidades naturales y el mimo de fisioterapeutas, fisiólogos, cirujanos habilísimos y pomadas milagrosas. Si ya durante la Copa del Mundo de Mandela (¿habrá que llamarla así?) al zaguero Springbok, André Joubert, le metieron en una cámara hiperbárica para sanarle una lesión en la mano que le hubiera impedido jugar la semifinal ante Francia, que no harán ahora.  Supongo que los mccaws y los habanas ya asumen que son carne de lanistas del siglo XXI. Con todo mi respeto yo prefiero a los shelfords, molmanns, poidevins, dengras, milnes, parapembordes, prices, mcbrides o blakeways. Naturalmente.

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