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Cosas de casa

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Uds. lectores minoritarios y elegidos, que me siguen en esta hoja volandera desde hace algún tiempo, aquí o en la añorada y extinta Revista H, o en alguno de los podcast en que intervine en su momento, ya saben que hablo, más que de actualidad, de asuntos de fondo.

De fondo, precisamente, han sido mis ocupaciones ovales de los ultimos meses, pues hace dos y pico que dimos por concluido el EGOR de 2024, en la Ciudad Deportiva de un club del deporte primo-hermano, esférico y rojiblanco. Caminando por levantina playa lo recordaba ayer con camarada de otro club madrileño que me reconoció por camiseta del mío confeccionada para la ocasión. Que lo fue de enjundia y disfrute extraordinario, no ya por el desempeño deportivo, milagroso en algunos casos, sino por la alegría -sin matices-, el entusiasmo, que es cosa diferente, la amistad y los reencuentros con viejos rivales que se tornan en amigos, porque uno de los tuyos que lucia calzas rojas no puede seguir y los muy veteranos sufren ya alguna baja y se postulan voluntarios de Madrid, tambien, o de Almería o de Jaén o de Cáceres y juegan contigo (en rugby siempre jugamos con, aunque el rival esté enfrente). 

La cosa ya habrá sido narrada por ahí, pero es menester dejar constancia de la estupenda organización de los vereranos sevillanos que tuvieron a bien embarcarse en semejante empresa. Recepciones, transportes, localización, logística y asistencias muy bien. Oportunidad hubo además de demostrar de qué va esto cuando algún amigo de ultramar requirió apoyo tras superar grave contratiempo de salud y los concernidos participantes se volcaron con él y con su familia.

Los partidos, muchos, de ambas categorías, más de 35 y más de 50, fueron, son para los veteranos, acaso una excusa para algo más que el hecho deportivo. En eso coincidimos todos, porque al disfrute de los tres tiempos de cada partido (en estas ocasiones el tercero es un festival que transcurre en paralelo a los dos primeros, aderezado ya de buena mañana de cervezas y viandas) compone un conjunto de experiencias que trascienden el aspecto lúdico que preside la ocasión. Hay quien acude como apoyo testimonial y, como tantes otras veces sucedió -las botas en el maletero- acaba jugando casi todos los minutos de sus rondas; aquel otro comprueba que las sensaciones no le fallan y sigue leyendo al rival como hace dos décadas; el de más allá se emociona porque el olor a hierba recien cortada, bajo un cielo inusitadamente nublado y fresco, le remueve la memoria de muchos lustros de rugby. Por eso la zona de asueto y avituallamiento es una fiesta cada día: cada uno individualmente y todos en conjunto tienen mucho que celebrar. Estar allí, jugar, vivir intensamente, que eso es lo esencial del deporte del rugby cuando ha ido pasando el tiempo.

Entre tanto, y este también es asunto de fondo, la FER. Unas elecciones peculiares, con un solo candidato, Hansen, que revalida por la vía rápida conforme a reglamento. Era inevitable y lógico, adjetivo que no siempre es aplicable a nuestras cosas (hágase extensible más allá de FERraz). Dos años de reflexión, saneamiento y, a lo que nos consta, intensas relaciones para tender puentes, explicar, hacer pedagogía y reparar reputacion muy dañada. Nuevo seleccionador y esperanzadores resultados. Es verdad que los mejores llegaron después de la reelección, pero una candidatura contraria hubiera sido contraproducente porque en dos años después de la calamitosa impresión que de lo nuestro había dejado la anterior administración, son escasos para acreditar nada. Otros cuatro darán ocasión a juicio de residencia, a la manera virreinal, con fundamento.

Victoria de España en Tonga
(Foto Matangi Tonga)
Esos resultados bienaventurados fueron muy bien recibidos. La selecciones Sub-20 y la Absoluta las protagonistas que han devuelto gesto risueño al aficionado. La evolución de ambas en latitudes lejanas, lo que tiene más mérito, ha sido más que satisfactoria y acaso demostrativa de que hay material con el que trabajar más allá de aquel que se buscaba exclusivamente durante la etapa previa, porque todo parece más equilibrado.

Ya dije hace meses que Bouza me pareció un tipo sensato. De su competencia técnica no se podía dudar, por su currículo, pero de su habilidad para el manejo de equipos, para los "recursos humanos", habida cuenta del avispero en que un vestuario desmotivado puede convertirse por estos lares y de la casa de locos en que podemos devenir los aficionados, cabía desconfiar. Pero esa desconfianza, que ya desmentían sus palabras, pocas, sosegadas y acertadas, en aquella reunión gastronómica en el Bar Morales "El Atómico", de Madrid, parece, con el correr de los meses, excesiva. Le viene bien, más allá de sugerencias de instacias internacionales que no se pueden ocultar, un hombre tranquilo al rugby español.

Y luego el anuncio del regreso al Nuevo Zorrilla. Uno conoce el estadio porque vivía en Valladolid durante su construcción (y presenció el escándalo del jeque kuwaití desde la grada, divertido y con un punto de soberbia porque ya nos explicaban a los cadetillos que los minoritarios ovales estábamos muy por encima de los parientes esféricos en cuanto a saber estar y compostura, algo que era moneda común entonces) y porque acudió a las dos finales de Copa del Rey que allí gozosamente se jugaron. 

Fiyi no es un extraño para España. Será la tercera vez que nos enfrentemos, aquella de Sicilia en 1999, la más reciente en el querido Central y esta próxima, que me hará posponer viaje a las Brumosas Islas y obviar el Inglaterra v Sudáfrica que tenía previsto. 

No calificaría yo a Fiyi de Tier 1 exactamente, pero es selección dos o tres escalones por encima, capaz de ganar a casi todas las del escalafón y sólida si funciona bien delante y alguien ordena su juego, como viene sucediendo de un tiempo a esta parte. Además tienen a Fijian Drua como inagotable cajón de donde sacar calidad añadida a la disciplina de la competición del Pacífico. Algo a lo que parece que aspira nuestro Iberians (refúndenlos y traduzcan, por favor), como una suerte de España A, respaldo y transición para más altos empeños, como nexo entre Sub-20 y la Absoluta, de cuya composición y expectativas, de cuyos componentes, presentes y anhelados no vamos a especular, porque siempre dije que deben ser bienvenidos todos los capaces y comprometidos, pero sin ignorar las imposiciones de los verdaderos empleadores de los que disputan ligas francesas. Esos, necesarios, deberían serlo cada vez menos, pero sabemos que tal cosa sólo sucederá, prafraseando al ingenuo Pangloss, "en el mejor de los mundos posibles".

2025, por capricho de los trajeados de World Rugby se antoja importante, pero sin que quepa decir que está vez nos tengan en el punto de mira, sino es para echarnos una mano (¿el mercado?): el sistema clasificatorio no nos puede ser más favorable. Nos las veremos con los neerlandeses en el partido decisivo y siempre -aunque las distancias se acortan y los apellidos "van" no nos favorecen, disculpen- hemos sido superiores. No me anticiparé como años ha cuando planeaba viaje a Japón, no. Pero no conozco Australia y me apetece mucho el periplo. Hágase.




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