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Channel: TORNARUGBY
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A la expectativa

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Placaje de Santiago Santos en el Central, frente a los Emerging Wallabies, 1989

La imagen es muy ilustrativa: lo que fue y el camino que se perdió. Y el ánimo de los protagonistas. El año es 1989 y el lugar el Central de la Universitaria de Madrid. El árbitro el internacional francés Yves Bressy, habitual del V Naciones y los test-matches de principio y fin de temporada. Los equipos España y Australia Emerging. Los jugadores (metáfora) Santiago Santos, talonador del Liceo con entorchados suficientemente conocidos con el XV del León y los Jaguares del XV Sudamericano que visitó Sudáfrica en 1984 y John Eales, propietario de muchas más y mejores (sin desdén para el nuestro) credenciales: dos veces campeón del mundo, para empezar a hablar. Lo que hacían por aquí los australianos ya lo he contado alguna vez, pero viene al caso hoy por la situación del equipo de España.

Desde esa instantánea (antes se decía así) nuestro rugby ha sufrido los vaivenes de la caprichosa fortuna, que se da a su arbitrario albur si no media la voluntad y el sacrificio. Así que, como en los cantos profanos y goliárdicos que rescatara Orff de aquel monasterio bávaro, o austríaco, que tanto da,  resulta de justa aplicación el O fortuna, velut luna, statu variabilis, semper crescis aut decrescis... Y omito el vita detestabilis que sigue porque eso es lo que pareció tras el sabor agridulce de 1999 y la decadencia subsiguiente, que mucho tuvo que ver con el Gran Salto Adelante del profesionalismo. Note quien quiera el sarcasmo maoísta, pues a nosotros nos dejó la cosa como a las masas proletarias de aquella obediencia: inertes por mucho tiempo. Y no sé si Santos perteneció a banda disidente alguna y es nuestro, sigamos con la metáfora, Deng Xiaoping, pero hasta que no abrimos nuestras fronteras (¡ah, la libertad de comercio!) no hemos empezado a levantar cabeza, o acaso, simplemente, a atisbar un horizonte claro y prometedor. Hubo precedentes - Regis Sonnes-  pero aunque la cosa coincidiera con el año del Mono, o, para el caso, del Topo, no fueron propicios los dioses, porque se malogró el experimento como las Cien Flores de Zhou Enlai y fue menester que mandarines y aventureros sufrieran pena de extrañamiento para que el pequeño talonador tomara los mandos, acometiera con el ímpetu de su placaje el plan que traía pergeñado y al menos podamos codearnos con confianza con los paquidermos del este de Europa, si no con certezas si con redaños e ideas.

Por no remontarnos muy lejos. Esta temporada salió como debía el peregrino experimento con Kenia: mal. Ni las fechas, ni la partida eran otra cosa que quizás un fuego de artificio, una probatura y un compromiso. A Chile ya con más mimbres se le dejó claro que eso de estar empatados en nuestra historia particular no podía ser  (54 a 10 en Torrelavega), y en Sochi (Rusia) y Madrid (Rumanía) dimos (el plural mayestático, qué risa, cuando los moratones los sufren los del XV del León) buena impresión. Este fin de semana al Caúcaso. Visita difícil donde las haya. A los georgianos les hemos ganado, siempre en Madrid, más veces que a los rumanos (36 a 32 en el 2000; 31 a 17 en el 2007 y 25 a 18 en el 2012) pero nunca allí, en su agreste y exótica patria, de donde, además, solemos salir escaldados. Como el objetivo no es el campeonato ni clasificación alguna este 2016, si se gana (¡si se gana!) bien, pero si la expedición sigue demostrando que va cuajando un grupo y una forma de jugar, mejor, no obstante la menguada legión francesa que comparecerá en Tiflis. Hay que mirar adelante. A tres años vista, que no es mucho tiempo. 

Y, claro, hay VI Naciones este fin de semana. No sé si ocupaciones crematísticas me van a dejar tiempo para el acontecimiento, y tampoco sé si no me da igual la opción en diferido, dado el nivel de este año. Quizás si la tercera galesa aclara sus ideas y se acomoda cada uno en su puesto, puedan mis patrocinados celtas del momento (ya que delenda est Caledonia) aspirar a la victoria que más me interesa, la de Twickers del 12 de marzo, que pretendo contemplar in situ. Ya veremos.

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