Sobre los teutones ya les he aburrido en alguna ocasión. Por eso les remito, para el historial, aquí, y añadan las últimas cuatro victorias (15-32, 84-10, 10-33 y 14-32).
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Alemania visita de nuevo El Central madrileño |
La del domingo, sin embargo, es ocasión especial. Es un tiempo nuevo, para empezar. Acabada la época de Santos, en la que Alemania recibió apoteósica paliza con real presencia y ensoñaciones varias sobre las que no hay que volver, será la primera vez que el grupo de Bouza los enfrente en Madrid.
Sobre el particular he leído comentarios diversos, acaso reiterativos. Que si no viene este o falta aquel. No hará falta recordar que cada uno depende de quien le da, más o menos, de comer (y esa es una lacra del rugby moderno que a mi no me gusta, y para el que quiera conocer mis razones últimas, le remito a las interesantes reflexiones de una extraordinaria novelista y filósofa, Iris Murdoch, sobre el amateurismo en general, donde ya supondrán que la voz "rugby" no aparece mencionada una sola vez, en su Metaphisycs as a Guide to Morals, que son muy al caso).
Sentada esa premisa, Bouza, caballero de la triste figura por el momento, se enfrenta, como el trasunto de la metáfora, a molinos de viento. Ya veremos si sale airoso.
Lo de Países Bajos no fue nada. Se ganó y basta, poco más cabe decir de un partido sin pena ni gloria (más bien aquella) que no era más que el primero de una etapa de ajuste, construcción y bosquejos. No recuerdo bonitos los cimientos de ningún edificio ni el primer boceto de un cuadro. Ni de la Sagrada Familia (que no vi, aunque alguno me atribuya edad suficiente para ello), ni del de Botticelli que Uds, pueden estar pensando. Así que no lo exijan para los noveles Leones de Bouza.
Yo espero una victoria local, claro. Pero no va a ser fácil, y eso es lo importante, que no lo sea. He visto el plantel, aunque no conozca, ahora mismo, el XV inicial. Pero sí sé que en el combate duro, trabado, correoso, se forjan los grupos. Y si Alemania parece potencia ascendente, nos vendrá muy bien, porque la legión de jugadores que milita en TOP14 y PROD2 no puede ser el maná de nuestro rugby, sino complemento, muy apreciado y muy necesario, pero complemento de lo que se pretende: que la espina vertebral acabe saliendo de nuestras competiciones.
Nadie ignora que estamos muy lejos de eso, pero contar con muchos jugadores de aquí (no hablo de nacionalidad, hablo de adhesiones) es esencial, si es que queremos que la Copa del Mundo sea consecuencia, porque causa no lo va a ser nunca.
Creo que España debe llegar a las finales parisinas (la mayor o la menor), pero tampoco será en desdoro de nadie no hacerlo, cuando el año importante es 2025, si es que se siembra y trabaja bien, y no dudo que el grupo técnico de la RFER lo va a hacer, porque el regalo envenenado -en el mundo del corto plazo y los resultados inmediatos- de la gira por Oceanía y la ventana otoñal próxima, que nos promete selecciones potentes, lo amerita. Sin embargo, prudencia, perfil bajo, que nadie se rasgue las vestiduras, porque el primer año, este 2024, no han de considerarse los resultados, sino la progresión, que los cimientos sean sólidos.
A mi me place volver al Central -las gradas nuevamente decadentes, como suelen cuando vence el revocado, cada seis o siete años- para acompañar a nuestros jugadores, que lucirán el León con el orgullo que merecen los 100 años de rugby español, ese rugby que Baldiri Aleu, catalán de pro, nos regaló a todos los que lo vivimos en los cuatro puntos cardinales de esta vieja península.
Nos vemos, otra vez, en El Central, nuestra casa, incluso más allá del rugby.