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No nos queda Portugal (será Rumanía)

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Tengo para mi que para Portugal un partido frente a España siempre es un ápice más importante que para los nuestros. No hablo de datos objetivos: no los tengo, no puede haberlos, más allá del balance histórico, aún favorable a este lado de la raya del Guadiana.

Los encuentros internacionales entre españoles y portugueses se remontan, es sabido, a 1935 y para ambos equipos son los más repetidos en su historial. Aquí les hemos dado cuenta de algunos y de la historia de casi todos

Declaré hace poco, en un mensaje de esos de la red de Elon Musk, antes twitter, que había presenciado todos los que desde 1990 se habían jugado en España y uno en Caldas da Raihna. Se puede decir que tengo buen bagaje de partidos ibéricos en el zurrón, si contamos las Copas Ibéricas. Por eso decía lo del ápice portugués. No sé si -hablando de posesiones distintas de las del balón- les viene a la memoria el sebastianismo y recuerdan al Prior de Crato, a los Braganza y la Guerra de las Naranjas que desató el vil Godoy y se toman con especial empeño estos enfrentamientos, digamos al estilo de Gales con Inglaterra (que no es símil exacto, pues el correcto sería Gales contra el resto del Reino Unido y los que saben de mi querencia austracista ya imaginan por donde voy).

El caso es que cosechamos una nueva y mínima derrota, 33 a 30, que hace la segunda consecutiva en semifinal del Campeonato de Europa, con la de marzo del pasado año, también en Lisboa, y ya me dirán Uds. por qué la alternancia no se aplica a estos casos (27 a 10). Así que nuestras últimas victorias fueron en 2021 en partido post pandemia  (25 a 11) y la de 2022 en la que nuestros queridos vecinos ("hermanos" nos llamaba el cariñoso narrador portugués) se conjuraron con los rumanos para que el resultado deportivo (33 a 28) fuera revocado.

El domingo pudimos haber ganado y hay que hacer algunas consideraciones sobre la derrota en el espléndido estadio de Os Belenenses.

Nuestra delantera necesitaría más kilos y estatura, mal endémico del que no merece la pena hablar, porque hay lo que hay, o viene el que puede. No recuerdo un pack español con peso y centímetros suficientes sino en tiempos de Bosco Abascal y Paco Méndez (si coincidían con Tomás Pardo o Asier Altuna) o más cerca los dos o tres partidos que jugaron juntos Peters y De Marco. Hay que tener una aproximación económica a esas carencias y jugar -y por ahí parece que van los tiros- con los recursos que se tienen, optimizándolos, y eso solo se verifica con el binomio que componen la contundencia en el contacto y el reciclado veloz del balón. Ecuación que solo se resuelve despejando la incógnita del fuelle. Los de inicio deben aguantar lozanos hasta el minuto 60-65 y los de refuerzo empeñarse como la caballería de Murat en Eylau.

Todo apunta a que el grupo, sin embargo, está recuperando sensaciones y confianza. Acaso recuperar no sea la palabra, sino reconstruir, porque hubo una base y estos que van llegando son jóvenes que tienen por delante años de crecimiento y deben ser la columna vertebral de nuestra fuerza de conquista, con los refuerzos que sea menester, como elemento adjetivo. Ya comprendo que esto es un futuro ideal, porque los TOP14 y PROD2 siempre -a poco compromiso que muestren- van a encontrar acomodo, pues, si la traen, la victoria es el mejor reconstituyente del aficionado y del federativo. Lo que no nos aparta de predicar el kantiano imperativo categórico, hoy entre palos y palos. 

El potencial atrás es enorme, mantengo. Me importan menos los medios -ya les constará que con el 9 prefiero siempre a Aurrekoetxea- porque a poco que les surtan de buenos balones -y aquí buenos son los inmediatos- los del 11 al 15 pueden superar al más pintado, incluso a los de la bandera blanca con cruces rojas. Al tiempo, si todo va como debe. Y aunque hubo época reciente en que nos entusiasmó el maul de lateral del pack español, quizá sea bueno recuperar la alegría del juego de atrás que siempre nos definió, que si fue primero un claro "hacer de la necesidad virtud", acabó siendo marchamo del XV español en los años mejores de nuestro rugby. Y, déjenme que me arriesgue, hay materia prima para volver por nuestros fueros.

Hay otro elemento que llama al optimismo: la progresión entre un partido y otro. Podemos engañarnos, pero hay destellos que señalan que el grupo va adquiriendo cohesión y sentido. La lectura del juego portugués, el acomodo a sus conocidas habilidades, la imposición de un plan. Es cierto que ese plan se desmoronó con el transcurso del partido y la pérdida de la ventaja que había conseguido el XV de Bouza en ese muy malo segundo tiempo, pero queda en el haber, porque lo uno (la inteligencia para leer el juego y desarrollar un plan) y lo otro (el desfondamiento final) son experiencias que suman para crecer.

Comentaristas deportivos tiene nuestra prensa que han desglosado el encuentro (lean a aquí), así que no me explayaré en descripciones que ya conocen. Me importa más que sea Rumanía el rival parisino, en apenas 15 días y que aquello sirva para continuar la progresión, tomarse la revancha de la derrota en Badajoz del año pasado y poner en su sitio a los "robles".

Naturalmente, como este año es de formación, del ref y del inexistente TMO no voy a hablar


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