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En París, Leones.

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París es literatura y es historia. París bien vale una misa (oficiada por Bouza, discúlpenme los rigurosos) y a París aterrorizó el cardenal Infante don Fernando en lo de La Corbie en 1636. Más cerca, sí, "Paris libéré" que decía De Gaulle y se musita por la sede de Ferraz desde el domingo pasado. París es, para los de cierta edad, Colombes y el Parc des Princes, y ahora, para todos, el Jean Bouin, donde ganamos por vez primera fuera de España a Rumanía. 

Tengo vividas todas las victorias de España a Rumanía en Madrid, en las gradas el viejo Central. Especialmente las de 1992 y 2012. En el año de las maravillas, ese 6-0 de la España de Puertas y Rivero, de Malo y Javichín a la Rumanía de Haralambie Dumitras y los tremebundos segundas Costica Cojocariu y Sandu Ciorascu. Palabras mayores: esa Rumanía ganaba a Escocia, a País de Gales y también a Francia. Se aproximaba el final de la época amateur y todos los "quinces" estaban más igualados, a poco que el rugby se tomara en serio, aun sabiendo que algunos eran menos amateurs que otros. Igual que los franceses fungían de empleados municipales privilegiados o de dudosos representantes comerciales, los rumanos eran policías y militares, que la herencia del tirano Ceaucescu era alargada, mientras que los nuestros, como siempre, se declaraban, con verdad, empleados y mayormente estudiantes.

En 2012, ¡veinte años después! un agónico 13 a 12, también en el Central. Drop de Pelouchon y derrota de la Rumanía de Petre, Vlaicu y el vástago de aquel Dumitras de 1992, tercera centro el padre y zaguero el hijo. 

Falta ganar a los dacios en Bucarest, pero fuera de Madrid ya se ha conseguido. Casi con justicia poética, como reparación, la cosa ha sucecido en París, capital eterna del país donde tuvo lugar la Copa del Mundo a la que deportivamente ganamos acceso y a la que acudió, en nuestro lugar, Rumanía.

He visto un par de veces el partido (por contra aún no he visto el Irlanda v Escocia, que fíjense, me interesaba menos esta vez) y me ha gustado el grupo español. Cierto que no se puede obviar que Rumanía no es la que fue. Gérard, su francés entrenador, se quejaba, además, de la ausencia de sus mejores jugadores, prisioneros de sus contratos. No vale la excusa, que afecta a todos, y cada ocasión hay que pelearla. Como hicieron los nuestros, jóvenes (ya sé que el apertura y el zaguero son importantes excepciones) y vivaces.

Ya se ha apuntado por quien ejerce bien y con agudeza su profesión -El Mundo ya ha superado aquella querencia tragicómica por la que solo publicaba noticias luctuosas o anecdóticas de lo nuestro- que el trabajo de Bouza, por poco tiempo que haya tenido, parece ir decantándose en la dirección correcta. Ya dije que me pareció tipo serio, cocienzudo y sensato, aquel día en El Atómico en que la FER nos lo presentó a algunos. 

¿Cuál es esa dirección? El aprovechamiento optimo de lo que tenemos, calidad atrás y delanteros inteligentes (me van a fustigar algunos por esto, en la barra de algun conocido local madrileño): transiciones muy rápidas (los rumanos se contagiaron, pero con desorden) producto de contactos duros con ganancia de terreno (centímetros basta, pero siempre ganancia); defensa ordenada y muy seria, con alguna variante conforme a la zona del campo donde se ubique el equipo y lateral muy técnico. 

Faltan muchas cosas, es verdad: el acomodo exacto de los que van entrando; peso, peso, empuje en melé, donde sufrimos, porque nos faltan dos segundas del tamaño de Recuerda, Parker, Bosco o Peters, por mencionar a los grandotes que han pasado por el XV español, y disciplina, mucha. Tanta como para evitar puntos por golpes a favor del rival en nuestro territorio o esas desmoralizadoras pérdidas de balón en ataques bien trabados que se deshacen por exceso de celo. Hasta 10 metros nos cobraron en el parisino Bouin el domingo pasado, sanción que me es especialmetne grata cuando va en dirección contraria, pero poco se estila, a la fecha, en rugby internacional.

Sin embargo, los de Pichardie (cómo le sorprendía al narrador de Rugby Europe la categoria de rugby inglés donde milita su club) se sobrepusieron sin problemas al 0-12 inicial, incluso demostraron una rara calma que solo puede ser fruto del temple de los más veteranos, pero sobre todo de la confianza en el plan trazado; no se achantaron ante las trapacerías propias del tradicional juego balcánico -qué bonitas son las tradiciones- y, a salvo el desorden que llevó al maquillaje en el marcador del final (33-40), tomaron decisiones correctas y las ejecutaron generalmente bien. Una nota positiva adicional en los agrupamientos tras lateral, el maul-touch que no se cae de la boca de algunos narradores- que fue arma que se nos desdibujó -por más que ya se sabe defender mejor- y parece se puede recuperar.

Pronto llegará el verano, y con él esos partidos en el lejano Pacífico, donde los Vaovasa, Manumune y Tomame van a ser de otra envergadura y calidad. Será un duro aprendizaje, necesario para 2025, que nos promete desempeños interesantes y fructíferos, si todo progresa como debe.



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