No teman, no les voy a hablar de la secesión de Katanga ni de los enfrentamientos étnicos de yorubas e ibos o baribas. Ni siquiera de la producción de petróleo o la nefasta descolonización británica. No. Ahora que están Uds. fascinados, y no es para menos, como Maro Itoje, el delantero de Saracens, flanker o segunda línea, según se tercie, aprovecharé y les hablaré de la disposición nigeriana para servir al rugby inglés.
-¿Y que tiene que ver Itoje con eso? dirán.
-Todo, contestaré.
Maro Itoje frente a País de Gales, 2016
Nacido en el londinense Camden, es Itoje, sin embargo, hijo de nigerianos. Como son nigerianos Steve Ojomoh, Adedayo Adebayo, Victor Ubogu o el mismísimo Chris Oti, el responsable del Swing Lord inglés. ¡Pero si hay hasta un London Nigerians, como hay London Welsh o London Scottish!
Delanteros los primeros, tres cuartos los dos últimos. Un segunda con instinto de flanker cerrado la estrella en ciernes de Eddie Jones, que se lució frente a País de Gales este pasado VI Naciones y que acabará ocupando esa plaza que deja Haskell y no hará suya Clifford. Portentoso salto y anticipación en el lateral, ritmo frenético y clara inteligencia en la línea de ventaja, intuición posicional, placajes certeros y trabajo subterráneo en los agrupamientos. Desde los tiempos de Ben Clarke o Tim Rodber, años 90 y aún siendo tan distintos, no había una promesa para los cinco puestos de atrás como la Oghenemaro Miles Itoje, el futuro politólogo que busca su licenciatura en la School of Oriental and African Studies de la London University. Qué grato ver como el ethos extradeportivo del jugador de rugby prevalece.
Steve Ojomoh
Tercera línea fue también Steve Ojomoh, jugador del Moseley RFC, Bath, Gloucester y Parma y conocido de Albert Malo y compañía, pues con Inglaterra A se enfrentó a España en el Richmond Athletic Ground en 1993 (doloroso 66 a 5). Un flanker o tercera-centro de 191 cm y 108 kg que consiguió 18 caps en tres V Naciones (1994-1996) y jugó en la Copa del Mundo de Mandela. Un economista que olvidaba el rigor de los asientos contables, la terca rigidez del balance trimestral cuando, en un rugby aún pleno de espacios, arrancaba desde la base de la melé prefigurando las embestidas de un Billy Vunipola entonces en pañales. Lo dejó después de aquel cuarto puesto en la final de consolación de 1995 (19 a 9 para les Bleus) en que le acompañaban precisamente los citados Rodber y Clarke a ambos lados de la tercera línea, en apoyo de otros ilustres que hoy ocupan puestos técnicos (Mike Catt) o directivos (Rob Andrew, RFU Professional Rugby Director, que anotó, para variar de patada los 9 puntos ingleses o Jason Leonard, flamante presidente de la RFU).
Víctor Ubogu en partido ante Leicester (véase a Johnno, al fondo y a Cockerill, el actual entrenador, a la derecha)
Leonard, constructor, formaba en el lado izquierdo de la primera línea, apoyo esencial para las trapacerías del medio malayo leguleyo y extraordinario bocazas a la par que afamado comentarista y talonador Brian Moore, quien a su vez asía a otro de nuestros nigerianos: el pilier derecho Victor Ubogu, 178 cm y 110 kg de académico oxoniense de brillante expediente, propietario de una notable colección de vehículos marca Lotus y de una próspera agencia de viajes, que en el Universo de Ellis demostrara ser un precursor, rápido, móvil y con habilidades con el balón en las manos, inesperadas para la era preprofesional. Ganó 24 caps entre 1992 y 1999 y jugó su rugby de club en Moseley RFC y Bath, y es uno de los pocos jugadores de su época (de todas en realidad) que se precia de haber formado en un equipo que ganó en 1993 a los All Blacks (15 a 9, partido que conservo en una vieja cinta de vídeo que algún día devolveré a su legítimo propietario Mr. Charlie Humphrey, I promise...) y a los Springboks en 1994 (32 a 15, en ese partido que el gran público conoce por la película Invictus en el que presuntamente M'diba se da cuenta de que necesita el apoyo de los ciudadanos negros y mestizos). Atesora, además el Grand Slam inglés de 1995 que no hizo de ese año su mejor recuerdo rugbístico porque en Sudáfrica Federico Méndez, Patricio Noriega y Matías Corral destrozaron a la primera inglesa, aunque los isleños ganaran su partido.
Adedayo Adebayo, en test-match frente a Australia, en 1997 (15 a 15)
¿Y los tres cuartos? Si no tan imponentes en su constitución, pues John Kirwan era una excepción y el recordado Jonah Lomu no había llegado, atléticos y explosivos como sus pares delanteros. Adedayo Adebayo fue un ala de Bath que consiguió 8 caps con la Rosa, pues con el despuntar de la modalidad sincopada del rugby fue destinado por la RFU a esos menesteres, y en tanto a tal, campeón del mundo de "7" en su primera edición, la de 1993. Hijo de un gobernador de provincia, uno más entre 15 hermanos y hoy pudiente empresario de las relaciones públicas, debutó en 1996 en Twickers cuando ya las Home Unions daban cancha a Italia preparando el futuro Torneo y dejó el equipo en partido con Francia en 1998, siempre a la sombra del superdotado que fue Rory Underwood.
Chris Oti, además de anotar aquellos tres ensayos a Irlanda en 1988 que fraguaron la reciente tradición coral de Twickenham (hazaña que no había logrado nadie desde 1924) vivió una carrera contra su destino, plagada por lesiones que le quitaron el fulgor que merecía. Jugó en Nottingham y Wasps y reunió con Inglaterra 13 caps, entre 1988 y 1991, además de (light) blue de Cambridge en el Varsity de 1987. Jugó su último partido en la Copa del Mundo de 1991, el inaugural ante los All Blacks y luego pasó al olvido, salvo por su hazaña y el espiritual que inopinadamente se entona el suroeste de Londres cuando juegan las huestes blancas.
Por cierto, todos ellos son de origen yoruba.