La subversión del orden establecido produce una indudable satisfacción cuando no hay preligro para vidas y propiedades, va de suyo. Aunque no sé si lo habrá para propiedades, materiales o intelectuales, para los técnicos sudafricanos y australianos. No creo, al menos hasta que terminen ambas series. De ingleses y australianos poco diré: tengo guardado el partido, pero sólo he visto un breve resumen, pues no pude resistirme a buscar un resultado (39 a 28) que nos habla de ocasión notable y de un Haskell redivivo.
Desayunarse, tarde, con la inédita victoria (20 a 26 en Ciudad del Cabo) de Rory Best sobre Adriaan Strauss permite afrontar la jornada de asueto con paz de espíritu y plácida alegría. ¡Cuidado! los Springboks tiene mis simpatías pero que el feudo de los trekkers haya sufrido asalto y conquista es suceso notable, y al fin, los celtas las tienen en mayor medida. ¡Y qué asalto! Rápidos zarpazos y luego formación en cuadro para la defensa más fiera que hayamos visto en años, el guión del partido hecho añicos por la expulsión del generalmente sagaz Stander, definitiva (más aspaviento que intención), y la temporal de Henshaw. Ha sido el día de Irlanda, sin embargo, porque el inopinado apertura de respuesto (Sexton no viajó por lesión) Paddy (¡claro!) Jackson ha anotado 16 puntos, dirigido con precisión el juego de los verdes y ha leido el de los Bokke con inteligencia y claridad, salvo el que pudo ser fatal error que dio lugar a la intercepción y posterior ensayo del suplente Du Toit. En otros tiempo tal contratiempo hubiera dado lugar a la reacción africana y a la derrota irlandesa. Ya no. La solidez de Irlanda, más allá de los resultados, es un hecho desde que el sistema de competición provincial y contratos por su federación se consolidó. Con la ayuda, hoy, de la indisciplina del pack local, los errores en la toma de decisión de sus medios y alguna pérdida de balón inusual, incluso en fases estáticas (Matfield, Wiese, Moolman, Bekker y una pléyade de veteranos ilustres de las calderas de la melé Springbok deben de estar rezongando aún por el desempeño del gigantón Toner). Sea en buena hora y velas a San Paddy de agradecimiento y súplica de tutela, que el sábado próximo auguro reacción endemoniada de la tropa de Strauss. También digo que veo más redaños que neuronas. Veremos.
Desayunarse, tarde, con la inédita victoria (20 a 26 en Ciudad del Cabo) de Rory Best sobre Adriaan Strauss permite afrontar la jornada de asueto con paz de espíritu y plácida alegría. ¡Cuidado! los Springboks tiene mis simpatías pero que el feudo de los trekkers haya sufrido asalto y conquista es suceso notable, y al fin, los celtas las tienen en mayor medida. ¡Y qué asalto! Rápidos zarpazos y luego formación en cuadro para la defensa más fiera que hayamos visto en años, el guión del partido hecho añicos por la expulsión del generalmente sagaz Stander, definitiva (más aspaviento que intención), y la temporal de Henshaw. Ha sido el día de Irlanda, sin embargo, porque el inopinado apertura de respuesto (Sexton no viajó por lesión) Paddy (¡claro!) Jackson ha anotado 16 puntos, dirigido con precisión el juego de los verdes y ha leido el de los Bokke con inteligencia y claridad, salvo el que pudo ser fatal error que dio lugar a la intercepción y posterior ensayo del suplente Du Toit. En otros tiempo tal contratiempo hubiera dado lugar a la reacción africana y a la derrota irlandesa. Ya no. La solidez de Irlanda, más allá de los resultados, es un hecho desde que el sistema de competición provincial y contratos por su federación se consolidó. Con la ayuda, hoy, de la indisciplina del pack local, los errores en la toma de decisión de sus medios y alguna pérdida de balón inusual, incluso en fases estáticas (Matfield, Wiese, Moolman, Bekker y una pléyade de veteranos ilustres de las calderas de la melé Springbok deben de estar rezongando aún por el desempeño del gigantón Toner). Sea en buena hora y velas a San Paddy de agradecimiento y súplica de tutela, que el sábado próximo auguro reacción endemoniada de la tropa de Strauss. También digo que veo más redaños que neuronas. Veremos.
Irlanda había competido hasta la fecha en siete ocasiones en Sudáfrica: en Ciudad del Cabo en 1961 (24 a 8), 1981 (23 a 15), y 2004 (26 a 17); en Durban en 1981 (12 a 10); en Bloemfontein en 1998 (37 a 13) y en 2004 (31 a 17) y en Pretoria en 1998, en su peor partido en África (33 a 0). En su isla habían derrotado a los sudafricanos ya otras seis veces (la primera en 1965, Lansdowne Road, por 9 a 3 y la última en el mismo lugar bajo su impostura comercial en 2014 por 29 a 15), para un total 23 partidos entre ambos países. Así que con la de hoy aproximan su hoja de servicios a la que tiene frente a Australia (10 victorias en 32 partidos). Les queda inaugurar el casillero que identifica las victorias ante -cómo no- los colosales All Blacks. En 28 partidos solamente han consegido rozar el triunfo en 1965 (5 a 6) en Lansdowne Road, allí mismo en 1973 (10 a 10), en la Casa del Dolor de Dunedin en 1992 (21 a 24) y en Dublín de nuevo en 2013 (por 22 a 24), en aquel memorable partido que hubiera sufrido en directo de haber habido vuelos directos Dublín-Algeciras.
Se presentan apasionantes los dos test-matches que quedan en Ellis Park y en el Nelson Mandela Bay, pero déjenme confasar que estoy pensando con delectación en el partido del 19 de noviembre frente a la Marea Negra. Salvo que el cielo caiga sobre nuestras cabezas, allí estaré.