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Un valenciano con los Pumas y un negro con los Springboks

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Con cierta discreción, un 27 de octubre de 1984, casi subrepticiamente, el flanker Rob Louw tendió la mano a su apertura. Errol Tobias había pasado la inverosímil transformación de un ensayo de Ray Mordt, esquinadísimo. Se había tomado su tiempo Tobias (un tren pasa cerca del estadio de Newlands y su traquetreo acaso distrae la jugador), el primer negro que vistió la zamarra verde del antílope. Llevaba por última vez el nº 10 a la espalda. No perdió en ninguno de los seis tests que jugó (Irlanda, Inglaterra y los Jaguares sudamericanos con Tomás Pardo y Santiago Santos entre sus filas) y defendió al Springbok como a la Protea de su selección coloured, según la ignominiosa clasificación del Partido Nacional. Louw, un espigado y admirado jugador de Ciudad del Cabo, compartía habitación con el apertura y le defendió con empeño, por su juego y su dignidad, para disgusto de algunos boers del momento como Johann Claasens, el manager del equipo, e intransigentes de African National Congress que lo despreciaron por jugar con el opresor. 

No había negros entre el público, o no aparecen en la grabación. Algún mulato sí, que celebra con alborozo la patada de Tobias, pero también los ensayos de Danie Gerber, Kulu Ferreira y Carel Johann du Plessis, cuatro con el de Mordt, para derrotar a los visitantes por 22 a 13. El realizador, además, se detiene en esas tomas, quizás para mejor noticia del espectador extranjero.


Springboks 1984

No había conseguido ver los partidos de esa serie hasta hace poco. Una de las tres que, en 1980, 1982 (con la única victoria visitante, día muy inspirado de Hugo Porta) y 1984, esta vez con el valenciano de Alzira -que jugó ambos partidos- y el madrileño. Y son estos últimos los que me han entretenido dos fines de semana consecutivos. No dejan de ser una de esas excentricidades que cabían en el rugby de aquellos años. Por varias razones, alguna incluso de dudosa justificación: los argentinos sorteaban el boicot a Sudáfrica compareciendo como combinado americano, pues viajaba algún chileno y uruguayo, además de nuestros compatriotas, y permitían a estos saborear un gira con jugadores de primer nivel a una de las potencias de la entonces International Rugby Football Board. 


Tomás Pardo, Santiago Santos y Pirulo Álvarez, clásica primera línea del XV del León en los 80

Decir que los españoles se codeaban con rugbistas de primer nivel no implica que los nuestros no fueran de tal empaque, que lo eran, sobremanera Tomás Pardo, Alzira RC, CAU RC, Tecnidex Valencia RC, y previamente los clubes franceses de Vichy y San Juan de Luz, 38 caps con España atribuidas por los anuarios de la FER, sin contar sus comparecencias africanas y otras fruslerías. En Sudáfrica jugó en el lado derecho de la primera línea en el primer test, sustituyendo a Fernando Morel, y fue titular en la segunda línea durante el segundo test (era un pilier de los considerados de buena estatura por aquel entonces, lo suficiente para no desentonar con el colosal Gustavo Milano). Y elogiado por los comentaristas, al menos durante los dos cuartos de 20 minutos en que la retransmisión se efectuaba en inglés, que nada puedo decir de la proferida en la lengua afrikáner, va de suyo. Invento ese de los equipos conjuntos en el que había ya comparecido Pardo (junio de 1983), esta vez en la primera línea y enfrentado a sus futuros conmilitones argentinos, asegurando el talonaje del aguerrido francés de Tarbes Philippe Dintrans, con el medio de melé de Lourdes Pierre Berbizier mandando en el pack y los aussies David Campese y Mark Ella al principio y final de los tres cuartos. En ese partido bonaerense tampoco fue el único español sobre el pasto, que en el lado abierto de la tercera formaba el donostiarra Chufo Bueno y desde el banquillo les contemplaba el colegial Ramón Nuche. Destellos, todos estos, inconcebibles en el universo pro que hacían que el rugby español fuera teniendo alguna consideración. 


N.B. Ya sé que los santos de Northampton, han ganado lo suyo este año. Y que, como siempre el público de Leinster ha guardado silencio ante las patadas contrarias (gentes cabales esos irlandeses) y que ¡cómo no! Sir Jonny, que lo será, ha dado una lección de maestría -y otro drop con la derecha- en su último partido. Los veré todos, pero más adelante, quizá dentro de dos o tres años, cuando reposen, como el buen vino. Antes tengo que ir agotando cosechas.


Gente de bien en Lansdowne Road

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Que esto que mueve nuestro interés no va más allá de una limitadísima parcela de la realidad es algo sabido. Pero que a veces trasciende ese espacio, también. Basta contemplar la exaltación de los coros de Cardiff o Edimburgo mientras entonan lo suyo. O ese plus festivo que con maestría esparcen aquí y allá las charangas vascofrancesas, que muestran más querencia por el pasodoble, sin complejos, que otros más cercanos. O la satisfacción cívica de ochenta mil irlandeses ante una victoria de los suyos en el simbólico Croke Park. O mejor su reverso: la cerrada ovación de los cincuenta mil del viejo Lansdowne Road en 1973 a la Inglaterra de Pullin, Neary, Ripley, Duckham et alli



Eran los años de la ponzoña terrorista del IRA y del estado de emergencia en los condados británicos de la isla verde. En 1972 los disturbios y amenazas habían provocado incluso la suspensión del torneo, cuando escoceses y galeses no quisieron viajar a Dublín. Los ingleses habían recibido ese año a los irlandeses en Twickenham y la visita de 1973 a sus vecinos se antojaba conflictiva. Tanto que el IRA amenazó inequívocamente al equipo de John Pullin, el talonador inglés y capitán, inmortal ya porque había participado en aquella jugada de Barbarians frente a los All Blacks apenas quince días antes. Algunos de sus jugadores, el ala David Duckham, el flanker Peter Dixon o el mismo Pullin había sido compañeros Lions de los irlandeses Tom Kiernan, Mike Gibson, Dick Milliken o Willie-John McBride en la última gira de aquellos, en 1971, y mantenían la amistad que se forja en tales aventuras. Cuentan que fue precisamente Duckham quien habló personalmente con McBride para explicarle el temor que abrigaban los ingleses y que la expedición consideraba obrar como escotos y cimbrios el año anterior. McBride, de cuyas virtudes como jugador tienen por aquí sobrada noticia, poseía ya una cabeza bien amueblada: sabe manejar equipos y situaciones (no en vano es el autor de ese acontecimiento que pronto verá su cuarenta aniversario: the 99 call). Decidió, en una época menos alambicada por la mercadotecnia, invitar al ala inglés y a su mujer a pasar el fin de semana juntos y se dejó ver por Dublín con ellos. Este gesto, de un norirlandés de Antrim, suficientemente querido en la Irlanda independiente, animó a muchos de los ingleses (aun así fallaron los segundas Horton, policía, y Larter, oficial de la RAF) y fue acogido con entusiasmo por los dublineses. Tanto como que ambos equipos salieron hombro con hombro y con cierta parsimonia del túnel de vestuarios antes de la preceptiva ceremonia protocolaria (en esos años solamente se entonaba el himno local). Fue en ese momento cuando, sin disidencia alguna, con el mismo entusiasmo que por una agónica victoria, el justo y decente público local ovacionó a los vecinos del otro lado del Mar Irlandés. Fue lo mejor de una tarde, lluviosa claro, en la que los visitantes perdieron 18 a 9, resultado insignificante que puede ser olvidado.

Citas 32

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"¿Por qué no pagaste el rescate?"

Aquí ya hemos hablado de la afición de Burton, Harris y O'Toole, los actores,  por nuestro deporte. Y de esa afición se deriva una cita que es de las mejores que ha dado la fiebre de Ellis al aficionado, y como excusa, inigualable.

Dicen que Harris, ex jugador de Garryowen y caballero de la Orden de Malta, vivía en el Londres de los 70 y fue comisionado por su esposa, Ann Turkel, para comprar la leche del desayuno de un día de noviembre de 1974. Desgraciadamente -para ella- el periódico que también adquirió anunciaba el inmediato partido que iba a enfrentar a Munster y a los All Blacks en Thomond Park. Para cualquiera de nosotros eso es motivo para hacer planes, quizás averiguar el canal de televisión en que dan el partido, planear un tarde en compañía de algunas Guinness y otros aficionados en algún local preparado para acoger al acólito o, incluso, pensar en un viaje al lugar del acontecimiento. Sin embargo para un tipo de Limerick que ha jugado con el club al que pertenecía aquel zaguero que inventó la patada "arriba y abajo" y que estuvo a punto de hacerlo con el segundo equipo de Young Munster, la noticia debía de tener unas implicaciones claramente distintas: sin dilación Harris se las ingenió para adquirir un billete de avión con destino a Dublín y de allí se presentó en su ciudad natal para presenciar el 4 a 14 a favor de los visitantes y desaparecer, literalmente, durante tres semanas en las que se le supuso de pub en pub y de tercer tiempo en tercer tiempo, que ya era sabido su apego por los cereales fermentados. La frase, acaso cierta, se la espetó a su mujer cuando, tres semanas después y sin botellas de leche, le abrió la puerta de su casa en Holland Park, la famosa Tower House.

Un fenómeno Richard Harris, el último Marco Aurelio de Scott, o Bob el inglés en la inolvidable Unforgiven, capaz de estar rodando en la selva del Yucatán una película y llamar a un corresponsal deportivo en Francia para preguntar por la forma de Peter Clohessy o Keith Wood y repetir al día siguiente cada diez minutos para informarse del resultado y minuto de la semifinal de Heineken Cup entre Munster y Toulouse. Uno de los nuestros.


El tablero: de blancas y negras o de ingleses y neozelandeses

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La comparación ya ha sido hecha. Tómese la superficie del rectángulo que conforma el campo del clérigo inglés y divídase en escaques. Dispónganse sobre los mismos quince piezas blancas: ocho peones fuertes y grandes, una reina y un rey con los dorsales 9 y 10 en su atuendo, dos alfiles, bajo los números 12 y 13 y dos torres, en sendos extremos, 11 y 14. Dejemos al zaguero en la posición del caballo, que sólo será uno por limitaciones obvias. Enfréntese al equipo blanco con otro negro de idéntica disposición y véase que en las 38 ocasiones en que esto ha sucedido solamente han prevalecido las piezas blancas en siete (1936 en Londres por 13 a 0; 1973 en Auckland por 16 a 10; 1983 y 1993 de nuevo en Londres e idéntico resultado en ambos -15 a 9- y en 2002 por 31 a 28 en Londres también; 2003 por 15 a 13 en Wellington y para terminar en 2012 por 38 a 21 de nuevo en Twickenham). Además, en este tiempo, las partes se concedieron unas tablas, en 1997 por 26 a 26, en el HQ (más bien las tablas fueron concedidas por los locales, que ganaban 23 a 9 en la primera mitad, pero eso es otra historia).

El 28 a 27 de ayer fue su derrota más ajustada desde el 9 a 6 de 1963, pero no debe llamarnos a engaño. No supieron construir un dominio duradero con una ventaja de diez puntos y el mejor juego de su delantera al final del primer tiempo. Por eso la remontada final, con ensayo del Payaso, pero obra del desaprovechado Tuilagi en posición desplazada, es solo muestra de orgullo, no de excelencia. (Añado, para enésimo demérito del cretino Ashton que incluso en tal ensayo se permitió el piscinazo y qué contraste con el resto de anotadores ayer.) Sin embargo al desavisado le parecerá gran desempeño del equipo inglés (cuyos centros Burrell y Doceárboles fueron más rémora que activo), porque quizá retiene en la memoria el desastre tan mediático de 1995 (la semifinal del gigante Lomu) o los varapalos de 1998 y 2004 en la Casa del Dolor de Carisbrook en Dunedin (64 a 22 y 36 a 3 respectivamente) o el 44 a 12 de Christchurch en 2008. Y no, no hay mejora global, sino destellos puntuales, más bien fatiga del rival cuando se producen las contadas victorias inglesas. Sucede que si los antípodas son el Boris Spassky del rugby por su solidez, con toques de la genialidad de Fischer (ayer ambos Smith o Nonu), Inglaterra representa al previsible y metódico Karpov que quiere y no puede jugar como Garry Kasparov. Para muestra y sin restarles mérito pero con la perspectiva del tiempo, aquellos partidos con victoria inglesa de 1983 y 1993.


Alabanzas envenenadas y dragones dominados

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No salgo de mi asombro. No sé si es cinismo o burla, pero ayer un alicadoo sudafricano, o el entrenador, o no sé quién con chaqueta verde y borde dorado declaró que estaba impresionado con la defensa de País de Gales. Que en otras circunstancias los dragones (¿habrá que escribirlo ya con minúsculas?) habrían recibido dos o tres marcas más. Muy bien. Muy diplomático y qué escozor, o dolor, o más bien what a pain in the ass of a bloke. Cuando los Springboks te endosan un 38 a 16, y tus puntos importantes, los del ensayo, se anotan en los minutos finales, podemos decir que los de rojo de mis amores han recibido una soberana paliza. Ni más ni menos. Y que lo mejor que se puede decir es que  los han de evitar en la Copa del Mundo venidera, para lo que deben ganar su grupo, que vistas las agotadas ideas de Mr. Gatland ya no sé si es mucho decir. Por comparación lo de Inglaterra con los All Blacks infinitamente mejor. Hasta los paisanos de mi aldea palentina lo reconocen ya (aunque cabe la posibilidad de que asientan simplemente para hacer llevadero mi enfático discurso). 

No hay duda, incluso tipos como Cuthbert y North, gigantes en el Norte, empequeñecen en visitando (esto del gerundio absoluto también lo he aprendido en el Norte, pero de Castilla) África del Sur, y lo mismo si habláramos de Oceanía. Y ¿qué decir de Phillips? el gran scrum half que ya sólo (me niego a quitar el acento diacrítico que me enseñaron años ha en mis clases particulares de español en Rhondda) lo es por tamaño: todo el partido enviando balones lejos, en un remedo de patada estratégica que nada tenía que ver con el medido y letal kicking in the box. Muy mal. Y los gordos, que Adams y Jenkins lo son sin paliativos, dominados de arriba abajo. Si hay que salvar a alguien es a Biggar, pero no queda tiempo para construir alrededor de él. ¡Ah, la lenta agonía de los clubes y el auge de las franquicias y el dinero a qué nos ha llevado! Nunca seremos nada. (Salvo campeones del VI Naciones de vez en cuando, vaya.)


La guerra psicológica

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Sea un segunda/tercera línea galés como el que recoge el balón. Mide cerca de dos metros y pesa 110 kg. Juega en Swansea y vive de su profesión de electricista. Es un duro entre los duros, hermano mayor de otro tercera, Paul, que también dará lustre al XV de País de Gales, aunque acabará, en viaje de ida y vuelta, entre los treceístas. Sea un tercera línea francés que juega en París y que luce blonda cabellera (Casque d'Or) y que es mucho más pequeño (178 cm y apenas 80 kg), avispado y rápido y que con el tiempo devendrá escultor. Sus funciones en el lateral de la melé son, desde luego, bien distintas. Sin embargo, se aproximan a un lance en el que sus cometidos en la fase estática de conquista son indiferentes. Llega una melé abierta, que es como a los que tenemos cierta edad nos enseñaron que se llamaba el ruck (aunque la denominación inglesa ya era conocida como variante, digamos, dinámica, de aquella). En la olla a presión que era entonces esa jugada, nueve o diez jugadores, superpoblada, y ayuno el estadio de las decenas de cámaras que apabullan al jugador, y con linieres a los que el ref principal podía o no hacer caso ante las advertencias que ocasionalmente hacían, para conquistar un balón difícil se usaba de medios expeditivos, tanto si eran reglamentarios como si no. Acaso el matiz quedaba a la interpretación que hiciera la víctima de los seis u ocho tacos (los siete con aquel puntero tan dañino fueron prohibidos) que se movían arriba y abajo y cuyo ángulo de entrada y salida, nunca mejor empleada la jerga forense, podían determinar la legalidad o la punibilidad de la acción.

En el ruck que sucede a la instantánea (marzo de 1984) Richard Moriarty levanta y pasa el balón a David Pickering, el tercera del "abierto" que se aproxima por la derecha y que hoy oficia de capitoste de la WRU. El francés, Jean Pierre Rives, cambia de dirección y le placa con la ferocidad y contundencia que le distinguían. Sobre ellos caen Jean Condom (Boucau, Biarritz y Aviron Bayonnais y pelotari como Ondarts) el segunda que vemos erguido a la izquierda, Erbani, el tercera compatriota de Cyrano y también jugador de Agen que sustituyó en el último minuto al lesionado Rodríguez, el brivista Joinel y los galeses Perkins, Eidman y Stephens. El capitán de los Dragones, Watkins, en los aledaños, observará como Rives, bajo la montonera no puede, quizás no quiere, zafarse del placado y del balón y autoriza a Moriarty, que ejecuta la acción penalizada: stamping. El árbitro, Byres, un australiano, levanta el brazo y contempla, atónito, como el pequeño francés se abalanza, el puño armado, sobre el gigante galés, que mira con sorpresa desde la atalaya de su estatura, y no comprende el furor gálico de un hombre pequeño. Y se achanta y retrocede y aparta la vista y su lenguaje corporal delata el fracaso. Y Francia, y su capitán, Rives, vencen 16 a 21, en Cardiff. Episodio de la década ominosa del País de Gales.


Rugby vs Fútbol (III)

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Durante la final de este año de la Heineken Cup, uno de los mejores jugadores del mundo, Bryan Habana simuló una falta para que expulsaran a un rival, una acción poco vista en el mundo del rugby, inaudita. 




Tras esta jugada Habana pidió disculpas , los periodistas de todo el mundo oval lo pusieron a caldo, muchos jugadores también, es una leyenda, no puede comportarse así, para mí lo mejor es que le hubieran sancionado unos cuatro meses, se perdía el Cuatro Naciones del Hemisferio Sur y así aprendían todos la lección.  Juega a rugby, no nos toques las pelotas.

No puedo imaginar que aquí los periodistas del "Mundo Deportivo" pongan a parir a Messi por marcarse un piscinazo o a los de "Marca" criticando a Cristiano Ronaldo por simular una falta.  Y las trampas existen, cada jornada que hay fútbol podemos encontrar ejemplos, y no pocos.  Un vídeo para refrescar la memoria de los olvidadizos.




Tras cientos de partidos ovales que he visto era la primera vez que presenciaba algo así, se me removieron las tripas, ¿qué estaba ocurriendo?  ¿Llegaba la filosofía del fútbol al rugby?  Victoria a cualquier precio, pagar cualquier precio por la victoria, aunque sea hundiendo en el fango los valores que distinguen este deporte, honestidad, lucha, deportividad, no rendirse, respeto al rival -si no hay un contrincante no se puede jugar-, épica -la historia no se escribe contando a tus nietos como Neymar simuló un penalty o la picardía de Pepe cuando consiguió que expulsaran a dos rivales, la historia la escriben los ucranianos que jugaron contra los nazis, ganaron y perdieron la vida, Uruguay ganando el Mundial de Brasil en Maracaná contra los anfitriones, la Holanda de Cruyff, George Best con sus copas de más y sus aforismos, "Gasté un montón de dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto simplemente lo malgasté", "En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida", "Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con Miss Mundo iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas", "Si yo hubiera nacido feo, ustedes no habrían oído hablar de Pelé", "Tenía una casa al borde del mar, pero para ir a la playa había que pasar por delante de un bar. Nunca me bañé".  

Esto es historia, esto es divertido, pero, ¿qué se contará ahora?  Como Cristiano Ronaldo se sacó la camiseta para enseñar músculos cuando metió el cuarto gol de penalty en la final de Champions, que por cierto, jugó como el culo.  Eso es lo que tenemos ahora en el deporte Rey, en lo que ha quedado, por no hablar de algunos periodistas que viven del fútbol, no para, si no de.


Manu Carreño:

“La verdad es que no tengo ni idea de la actuación que puede hacer Australia en el Mundial de Brasil. Antes de viajar tendré que preguntar a Maldini para que me diga que aborígenes hay allí que sean unos cracks. Todavía no he visto ningún partido suyo, pero dudo mucho que a España le ponga demasiadas complicaciones".

Y en el mundo del rugby luchamos contra esto, todos ponemos nuestro granito de arena, escribiendo un artículo como este, comentándolo en una tertulia de bar, con unos amigos, escribiendo comentarios en páginas o foros de rugby, luchando con nuestras pequeñas armas, pero eso es el rugby, luchar y no rendirse, levantarse tras caer, una y otra vez, como canta la gente de Munster:



Stan' up an' fight until you hear de bell,
Stan' toe to toe, trade blow fer blow,
Keep punchin' till you make yer punches tell,
Show dat crowd watcher know!
Until you hear dat bell, dat final bell,
Stan, up an' fight like hell!"





El profesionalismo del rugby nos puede llevar por este camino, pero todavía andamos lejos, el presupuesto del club más rico del Planeta Oval es Toulon, con 30 millones de euros, a una distancia considerable del mayor presupuesto del mundo del fútbol, Real Madrid con 550 millones de euros.  Pero no debemos ni podemos bajar la guardia.

Y este tema no me preocupa solo a mi o a cuatro más que disfrutamos del rugby, es un tema que todos conocen y muchos comparten, entre ellos los profesionales.  Para terminar os dejo este par de vídeos, como un par de árbitros hablan a los jugadores dándoles un mensaje claro, "Esto No Es Fútbol."




Montjuïc

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Del noticiario italiano de los años de los años de delirio totalitario, ese mismo que para la propaganda abusaba del fenómeno deportivo, de cualquiera de sus modalidades, para gloria, festejo e infección general del las sociedades que parasitaba. Así, la eliminación de España de la Copa del Mundo del código association de 1934 (en las hemerotecas disponen de abundante información del atraco mussoliniano), pero no en la visita que los italianos rindieron a un Montjuïc que es hoy objeto de envidia por lo que pudo ser: victoria, lleno y autoridades en el palco. Instantánea de esa ocasión de mayo de 1929 presidía tiempo ha la sala de juntas de la FER. No sé si sigue allí, que hace diez o doce años que no piso la sede de Ferraz. Pero no fue premonitoria, no, la victoria para España (9 a 0), con equipo todo de procedencia catalana y apellidos ilustres en la alineación (el Massoni casi patrimonial de la venerable Santboiana).

Descanso

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Cuando queda cada vez menos para el final del partido, cuando uno ve que tiene más recorrido detrás de lo que queda por delante, es menester tomarse un respiro, remolonear, quizás, camuflado en uno de esos maules sin fin (los que han conocido ensayos de cuatro puntos saben de qué hablo) que giraban sobre sí mismos ante un ref obnubilado que, si tardaba en dar la jugada por concluida y pitar la correspondiente melé, era porque agitaba mentalmente los dados para ver a qué equipo concedía la introducción. Pues bien, por mi parte me declaro inmerso en tal maul y no compareceré hasta que recupere el resuello. No sé si Daffyd, Benbow, el Doctor Carrillo o el remolón Duque se harán presentes en fechas de estío. Por mí pueden tomarse vacaciones. Hasta más ver.


La Copa del Mundo en ciernes

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Copa del Mundo de aquí a un año, y los anfitriones empiezan a mover el circo, con la colaboración del Who's Who oval (si menciono el Gotha habrá quien no advierta el matiz) y actor de serie de éxito y dicción impecable. Nótese que se omiten la presencia de los enterradores de riguroso negro, que no aparecen por ningún sitio. ¿Ningunean al adversario por excelencia? Esto hubiera sido inadmisible antes de la Reforma. Ya saben que yo soy tridentino.

A cuenta del Pumas v All Blacks

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El fantasma del no ensayo del Flaco ha trascendido aquel partido en Ferrocarril Oeste de 1985. Y vuelve y retorna cada vez que los Pumas se enfrentan a los Hombres de Negro, esos que han convertido en un arte de cirujano diseccionar los errores del rival. Hoy ha sido casi manifiesto el poderío argentino en la jugada que nos define, la melé, el scrum, la que los australianos tienen tanto interés en devaluar (quiera Webb Ellis desde el Elíseo Oval que fracasen) pero no ha bastado.

Sin embargo, es inevitable, se acerca el día. El progreso de los Pumas es directamente proporcional a la competencia que afrontan desde que entraron en el IV Naciones y muestra de que hay caminos diversos para acercarse a los mejores. El otro es el italiano, tan distinto, desde arriba, con marcas, dinero y oriundi, pero ambos sirven, aunque yo prefiero el de amplias bases, competencia interna muy consolidada y mucho rugby educativo y social. Casi cabe decir que el rugby argentino llega a la élite por decantación natural de sus cualidades y trabajo con los críos y lo de los italianos -pirámide invertida- es ingeniería rugbística. Sea. Hay quien podría tomar ejemplo.

Por lo demás del partido de esta mañana, entrevisto solamente merced a un enlace defectuoso, me llama la atención la marca que alcanza McCaw: 130 caps, algo que le promete un lugar en los récords estadísticos, que en la pequeña historia de lo nuestro ya lo tiene, e infinitos dolores articulares en su cincuentena. Porque detrás de tantos partidos internacionales hay al menos cuatro veces más de los otros, cifra que planteo aleatoriamente porque no me he molestado en hacer el cálculo. Solamente piensen en los partidos de club, provincia y franquicia que llevará encima desde que madurara como jugador. Como muchos delanteros, se va a convertir, además, en una estación de predicción meteorológica ambulante, lo que podrá compaginar con los comentarios deportivos para la televisión que en su día le contrate. Convengo en que quizás mi presagio sea pesimista, pues el trato que se dispensa a un flanker internacional en Nueva Zelanda ha de ser forzosamente distinto al de un utilityforward español semiretirado y que a lo más que llegó fue a jugar en el actual equivalente de División  de Honor B. A mi, desde luego, me duele casi todo, pero quizás a McCaw le protejan sus cualidades naturales y el mimo de fisioterapeutas, fisiólogos, cirujanos habilísimos y pomadas milagrosas. Si ya durante la Copa del Mundo de Mandela (¿habrá que llamarla así?) al zaguero Springbok, André Joubert, le metieron en una cámara hiperbárica para sanarle una lesión en la mano que le hubiera impedido jugar la semifinal ante Francia, que no harán ahora.  Supongo que los mccaws y los habanas ya asumen que son carne de lanistas del siglo XXI. Con todo mi respeto yo prefiero a los shelfords, molmanns, poidevins, dengras, milnes, parapembordes, prices, mcbrides o blakeways. Naturalmente.

Citas 33: El rugby es como la vida

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"A menudo digo que el rugby es como la vida.  Puedes tener la pelota en tus manos e ir corriendo por el campo creyéndote imparable.  En ese momento alguien te placa, golpeas el suelo y eres vulnerable; estas allí tendido y expuesto.  De repente tus compañeros de equipo están allí, no sobre el balón, sobre ti, protegiéndote.  Están dispuestos a poner su cuerpo por ti.  Eso es lo que ocurre en la vida; tú te caes y tus compañeros vienen a ayudarte."




Nkosi sikelel' iAfrika: un análisis de los Bokke de esta temporada

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Al hilo de lo acontecido en las tres primeras jornadas del Rugby Championship, es de recibo dedicarle cierto tiempo a reflexionar sobre la situación de los Springboks. Es de sobra conocido el modelo de juego que tantos éxitos y victorias ha proporcionado a los sudafricanos. En la afirmación anterior se encuentra una de las explicaciones de los actuales problemas del equipo de Heyneke Meyer; todos sus rivales conocen sus virtudes y defectos y conocen, de sobra, la ausencia de un "plan b" de juego. 

Hay situaciones que resultan paradigmáticas: La titularidad de Victor Matfield y Morné Steyn ante Australia el pasado sábado es una de ellas. Había apostado Meyer por la juventud de Lood de Jager y Handré Pollard en el arranque del torneo y en la tercera jornada les ha señalado como principales culpables de los problemas del equipo. Handré Pollard (20 años) es un 10 ágil, dinámico, con tendencia a hacer correr al equipo y a correr él; un tipo de jugador abiertamente contradictorio con el estilo de juego tradicional de Sudáfrica. En el caso de Lood de Jager (21 años), hablamos de un 2ª línea de 2,05 metros y 130 kilos que juega en los Cheetahs (detalle importante ya que se trata de la franquicia "menos sudafricana" en cuanto a juego del Super Rugby)y el cual tiene como una de sus principales virtudes el ejercer como "ball carrier" intentando sortear rivales y no aplastarlos como es costumbre entre sus compañeros del equipo nacional. En resumen, otro jugador que tiene poco que ver con el estilo de los boks. Tampoco ayuda demasiado el pésimo estado de forma con el que la priméra línea de los Sharks ha terminado la temporada. El único puesto donde hay un relevo claro es en el de talonador, el nivel de Adriaan Strauss supera con creces -en este momento y casi siempre- al de Bismarck Du Plessis; Trevor Nyakane no es un relevo de garantías para Tendai Mtawarira y Jannie du Plessis juega, directamente, porque no hay otro 3. En la 3ª línea muestra Meyer tanta rigidez como en la 1ª. Le ha costado mucho entender que la tripleta Vermeulen, Alberts, Louw se queda corta ante la polivalencia de sus homólogos en las otras selecciones. Son muy fiables en defensa y embestidas pero en ataque no desequilibran salvo en situaciones puntuales. Buen rendimiento en formaciones fijas pero muy discutible en el juego abierto. La entrada de Marcell Coetzee ha servido para dejar más patentes las limitaciones de sus compañeros. La pareja de medios formada por Ruan Pienaar y Morné Steyn tiene un problema grave; todo lo positivo que Morné Steyn puede hacer dentro del campo, Pienaar lo hace igual de bien o mejor. Con lo cual, hay dos jugadores que se solapan y por encima el "mando" lo tiene el más limitado de los dos. No vienen los problemas de Sudáfrica del rendimiento del 11 al 15 (salvo el experimento de Damian de Allende - 22 años- , tercer recién llegado y tercer defenestrado por Meyer) así que les analizaremos en otra ocasión. 

Aunque parezca increíble, la mayor parte de los problemas de Sudáfrica están en la delantera. ¡Herejía!

El rectángulo de Ellis

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No me gustan los campos de plástico. Sé cuales son sus ventajas, pero no me gustan. Les falta alma. No puedo imaginar Waterloo, Agincourt, San Quintín o Marathon sobre compuestos de caucho y sílice, si es el caso. Convengo en que me hubieran evitado reproches sin fin ("¡cómo traes esa camiseta otra vez, y cómo apesta!") y ahorrado peregrinaje por lavanderías que rechazaban agriamente mis encargos no más tarde de la tercera o cuarta vez que los hacía en años especialmente lluviosos. Sin embargo, insisto, no me gustan. He batallado en compañía de tipos perseverantes, aguerridos, acaso malencarados, entusiastas y esforzados, por campos mejores y peores, durante los años, puede que largos, de mi mejor desempeño. Luego, en el lento declinar -las articulaciones tienen caducidad- y casi siempre compareciendo en partidos de veteranos, probé los otros. Y, ya lo he dicho, no me gustan. No hay barro como en las trincheras de Ypres; no hay polvo como en el  desierto de El Alamein, ni el agua pantanosa de la brumosa y reformada, casi anabaptista, Jemmingen, quizás la fronda de la colina de Albuch, cerca del alto Danubio. No, sobre el compuesto parece todo limpio, preciso, aséptico, calculado. Como el rugby que practican los que se adaptaron al Gran salto Adelante de 1995: el hombre para el rugby y no el rugby para el hombre. Si hasta el viejo Arms Park aledaño al polifémico Millenium (¡ay, mísero de mí, ay infelice!) viste ahora monofilamentos de poliéster de lubricación impregnada con chillón colorín azulado tras laterales y marcas. 

Héroes no, por respeto al jónico cantor de Aquiles, pero si esforzados (¿lo he dicho ya?) los que pisaron aquel campo de arena de playa en Avilés, o el de Estella con vistas a la Sierra de Urbasa, pero desnivel imposible para recuperar los balones destinados al talonador; o el que exigía siega previa en las cercanías de Salamanca; o anejos a centro penitenciario; los de gélido barro burgaleses y leoneses; los viejos campos del Lourdes vallisoletanos, o Paraninfo y su remedo de los pantanos del Prypet, o el pardo pasto del Central y los que gastan pendiente, o son de tierra reseca o los que hay que pisotear para desmoronar las aristas de la helada mañanera, acaso sólo practicables porque treinta individuos se concitan para convertirlos en campo de Agramante de una batalla que comenzó en 1823 y aún dura, por muchos años, en su versión más pura, la que permite la ingesta de zumos de cereales fermentados y destilados, la que no comercia con músculos ni emociones, la que no vende equipaciones sino para el reiterado partido de fin de temporada entre jóvenes y veteranos, la que no desdeña la diferente morfología de primeras y alas. La que me enseñaron. 

El que esté libre de pecado...

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Aunque luego han negado que hiciera declaraciones, algo he leído por ahí. No sé si un representante de la NZRU, el mismo Aaron Cruden o vaya Ud. a saber qué portavoz ha declarado que el apertura "gestionó incorrectamente su ingesta de espirituosos".  Con dos. Y bien grandes. Y pretensiones de lenguaje políticamente correcto, y un punto de pedantería, el del sujeto, que nos ha proporcionado una de esas frases quizá apócrifas que, pronunciadas aún bajo la poderosa influencia de los destilados ante el capitán, el coach o acaso el presidente de turno, siempre acompañadas ¡por favor! de gesto contrito y cuestionable propósito de enmienda, darán mucho juego en sucesivas e hiperbólicas narraciones en terceros tiempos venideros, producirán risotadas sin fin y mirada enternecida de los más añosos y melancólicos veteranos, por ventura los que se mantienen incólumes en un estado vaporoso y difuso de conciencia compatible con el razonamiento (bien que con categorías divergentes de la lógica cartesiana) desde tiempo inmemorial. 

A Cruden, no podía ser menos, le ha costado, apuesto que temporalmente, su número 10 (¡vuelve Carter!). Más que nada porque perdió el avión. Que si no mediaran ocho o diez mil kilómetros entre Auckland y Buenos Aires ya íbamos a ver si la disciplina no se plegaba a las exigencias del comercio. Pero no, creo que aún no. Alguna porción del ethos original conserva la modalidad de rugby profesional como para que donde es menester dar ejemplo se proporcione. Aunque algunos sonriamos condescendientemente: ¡que algún delantero le enseñe a beber!

Tienen visita los Pumas

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La primera vez que vi un Pumas v All Blacks por televisión fue en 1987 y la ocasión la fase primera de la Copa del Mundo que ese año fue novedad, tras ganar los revolucionarios de los Dominions a los conservadores de las Home Unions la batalla de los despachos. Ya saben que la cosa se vino gestando durante los primeros 80, con amenaza incluida de escisión ¡cómo no! de los Aussies, que presentaron incluso proyecto de liga profesional a XV con patrocinadores destiladores de brebajes que daban a la apuesta visos ciertos de verosimilitud. Y es que incluso algún club neozelandés mostró interés, con ánimos encontrados en su isla a cuento del protagonismo de sus jugadores y el derecho que, con lógica extremada, se les negaba para explotar económicamente -léase libros o conferencias- su paso por el verde pasto.  La verdad es que los australianos, la ARFU de aquel entonces veía en el envite la única baza para sobrevivir en un país de rugby a XIII, fútbol australiano, cricket y deportes de mar. Y le salió bien. Pero lo que preocupó verdaderamente a los ocho países con derecho a voto de la International Rugby Football Board fue el interés de los isleños de más allá del Estrecho de Tasmania. Eso no, eso no podía ser. Que algunos moradores del Olimpo oval consideraran siquiera la posibilidad era demasiado. Y conjuraron el peligro cediendo y concediendo el torneo. Que abrieran o no la Caja de Pandora es algo discutible, pues muchos empleados municipales de Tarbes, Lourdes, Bayona, Dax, Mont-de-Marsan o Perpignan miraban para otro lado mientras silbaban quedamente si la cuestión se suscitaba. Otra historia en cualquier caso, pero que me hubiera impedido ver aquel partido que decía, porque hubiera resultado impensable que los más conservadores de los conservadores, los que han mantenido los últimos vestigios del amateurismo, los argentinos, se hubieran enfrentado a los de luto en aquella hipotéticamente nonata competición.

Ganaron los locales, que era lo lógico y nadie pretendía otra cosa, porque el XV que empató a 21 en Ferrocarril Oeste en 1985 no podía encontrar en Wellington el calor de los 30.000 hinchas bonaerenses, que cuentan como un delantero extra. Aún así  los Pumas hicieron digno papel ese día (la carga desbocada de Travaglini -¿no sería Schiavio?- no fue más que exceso de celo), primero de junio, y vimos debutar a Zinzan Brooke, el segundo mejor tercera línea de la última mitad del siglo XX, porque el maorí Wayne Shelford, el mejor, descansó. Y si se quedaron fuera del torneo fue porque perdieron el 24 de mayo previo el único partido de los cuatro que les han enfrentado a Fiji (9 a 28). 

Desde entonces se han enfrentado en otras 17 ocasiones blanquicelestes y enlutados y casi nunca han estado cerca de ganar los americanos. Así que hemos contemplado las estrepitosas derrotas de 1989 en Dunedin (60 a 9) en la gélida House of Pain y Wellington de nuevo (49 a 12) en una gira extenuante y mal diseñada salvo que alguien quisiera someter a los turistas a las penas de un infierno digno de las conjeturas de Dante, pues no solo afrontaron dos duros test-matches, sino que los partidos de entresemana fueron igual o más exigentes, frente a Auckland, Taranaki, Otago, Canterbury y demás; pero también hemos disfrutado de los partidos de 2001 (en la cancha de River Plate, 20 a 24, dos ensayos de Arbizu y patadas de Felipe Contepomi) o 2006 (de nuevo en Ferrocarril Oeste, 19 a 25) y las pinceladas de esta temporada en el IV Naciones (sí, ya sé...) con dominio marcado del pack Puma en los dos primeros partidos que se diluyó luego.  

Que ha de haber (más) progreso es obvio, porque el roce continuado con los mejores así lo manda. Y que la historia les espera primero en casa también. Este fin de semana llega visita a La Plata: será una tarea titánica, pero, igual que en agosto casi (ese eterno "casi") doblegan a los Springboks, esperamos que acontezca esa improbable jornada, la primera en que canten victoria ante los de la nube blanca. Quedará luego Mendoza, una semana después, para una victoria menor, la inaugural de los Pumas en el torneo, ante los australianos, esperada, pero menos laureada porque los Wallabies ya han probado el sabor de la derrota en la Argentina. Sea.

¡Por fin, los Pumas! y otros sucesos...

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El ensayo de Leonardo Senatore

Ya dije que la víctima propiciatoria había de ser Australia. Me alegro por muchas razones: porque es la primera en el torneo austral para los Pumas (¡bravo por el 21 a 17!); porque los Aussies no son santo de mi devoción (cuidado, no sus jugadores, sino sus "trajeados") y porque el desarrollo del partido (ese 0-14 inicial) demuestra que tienen fe en su plan de juego, en este caso el adecuado para derrotar a los Wallabies.

Las estadísticas jugaban a favor de mi predicción, compartida, seguro, por casi todos los adeptos a la secta de Ellis: los Pumas nunca han ganado a sudafricanos ni neozelandeses, mientras que el felino ha roto el cuello del canguro cinco veces (1979, 1983 -en Brisbane, única ocasión fuera de la Argentina- 1987, 1997 y ayer). Un empate hubo, además, en la visita de David Campese a Hugo Porta en 1987, en "el Fortín" de José Amalfitani. Y sí, venían llamando a la puerta los argentinos y no podía acabar este torneo sin esa victoria, que confirma la bondad de la incorporación al IV Naciones y que las promesas que desde 2007 se venían haciendo, cuando tanto brillaron en la Copa del Mundo de ese año, se concreten. Así que la crítica solamente a la grada, hoy. Es indigno del triunfo Puma el comportamiento de cierto público, quizás ajeno al mundo del rugby y solamente ávido de ver a un combinado nacional derrotando a otro. Mucha pedagogía deberá hacer la UAR para que aquello no se asemeje a lo del código association, esa gente que, contra la evolución que nos sacó de la sabana africana, desdeña el uso de las manos. Y basta, porque para los Pumas hoy solo caben alabanzas, que quiero singularizar en el ensayo de Leonardo Senatore (que algún fan tiene por España: ¡enhorabuena Turco!) ejemplo sensacional del uso del eje vertical para destrozar la defensa rival y luego jugar fuera,  y en esa melé -digamos hoy scrum en su honor- del final del partido donde demostraron confianza, resistencia y sangre fría. Vale.

El gesto, infrecuente con ese uniforme, del perdedor

El otro palo de la baraja oval de ayer es, naturalmente, un suceso: la derrota All Black con los Springboks (27 a 25), que en nada altera el resultado del torneo pero que deja un poso de desencanto para sus incondicionales, y cierto regusto de contento en el resto, porque nos recuerda que no son invencibles. Pat Lambie fue el responsable, con esa portentosa patada en el minuto 79 que narran las crónicas, que este partido no lo vi, pues cada equipo anotó tres ensayos y bien pudo ser otro el resultado. A aquellas les remito para mejor información, que lo mío es opinión, y hoy no puedo darla.

Los matices

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Ayer domingo y hoy lunes diversos medios de esos totalmente ajenos a la fe de estas páginas -en la Red los que yo he leído- se han molestado en informar sobre rugby. Como es usual se trata de un deporte que solamente les atrae cuando la noticia tendría mejor cabida en la sección de sucesos que en la deportiva. Hablo, claro, de una agresión alevosa que tuvo como protagonistas a un jugador de Wigan (agresor) y otro de St. Helens (agredido). Aunque todos ellos aclaraban en el cuerpo de la noticia que el suceso tuvo lugar en un partido de la modalidad de los separatistas norteños conocidos como treceístas o rugby league, en los titulares no se hacía, en ningún caso, esa distinción. Solo rugby, para desdoro de todos, los que no practicamos, ni gustamos, de esa modalidad, y de los periodistas perezosos que no matizan. 

Ya sé que soy puntilloso, pero reclamo el derecho a una información más detallada que solamente, entre los generalistas, he visto en El Confidencial, por más que sea algo confusa y adobada de tópicos ciertamente tangentes al juego a XIII. Se narra una acción punible y se anuncia sin precisión. Que aquí todos desconocen esas competiciones y la filiación de Wigan, St. Helens, Leeds y demás. Que el lector poco avisado se quedará solamente con el topónimo que nos distingue: rugby. Luego nos miran raro. Como dice el refrán: "coge mala fama y échate a dormir" (disculpen los lectores americanos y lean "cobra"...)


De aperturas y épocas

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Me cuenta Phil que un esporádico colaborador de esta hoja volandera, dignísimo reporter rugbístico y mantenedor de cuentas varias de twitter relativas a esto del rugby, decía ayer que Byron Kelleher y Carlos Spencer han sido la mejor pareja de medios que conoce. No digo que no. Motivó el mensaje debate con el dueño de la página, me dice. Que le apuntó que los escoceses John Rutherford y Roy Laidlaw, o sus compatriotas David Kirk y Grant Fox o los Springboks Joost VD Westhuizen y Joel Stransky alcanzaron, al menos, su nivel. Puede, no lo niego. Sí digo que no eran comparables los tiempos, aficionados aquellos y profesionales ya los alabados por @RutgerBlume aka Duque Valentino aka Javier Señarís Senra. Y aunque Joost y Joel llegaron a serlo también, sus trayectorias a caballo entre las dos eras geológicas que ha vivido el Ellis Pitch (y aquí hago parodia del dueño, para los poco avisados) creo, con Señarís, que no alcanzan a Byron y Carlos. Para encontrar un igual a Spencer, sólido, creativo, corredor, jugador de esos que alegra ver en ataque, hay que remontarse al brillante suplente de Grant Fox, el croata-maorí Frano Botica, que jugó poco, relegado por la infalible puntería de su rival por el nº 10. Quizás Mark Ella, el australiano, se pueda comparar, pero como tanto Phil como el Duque parecen alérgicos a los Aussies, no lo mencionaron. Yo le vi jugar en la gira de Australia del 84 y os digo que el Grand Slam no fue cosa de Campese ni de Farr-Jones ni de Lynagh (que jugaba de primer centro) sino de Ella. (Ya me miran de reojo los lugareños de este frío norte castellano, que se extrañan de que no atienda al vino y a las tapas que me han servido, que me dicen que me embebo -¿se dice así?- cuando me pongo con estas cosas de galés, pues las batallas que les cuento hacen que todo lo nuestro lo refieran a País de Gales. Mea culpa.) 

Al grano, ni unos ni otros. Ni siquiera Bennett, con lo que fue, y al que citaba Blakeway en ese intercambio de tweets, no.

Gareth Edwards sí, pero faltaba Barry John. Omitir a John cuando se habla de aperturas olímpicos, acepción mitológica, isn't it?, es peor que gritar al pateador cuando inicia la carrera para transformar, o que protestar al ref, o que ser galés y llamarse Davies y jugar con Inglaterra, como aquel apertura-zaguero de los 80. Barry John, el elegante, Barry John, el inteligente, Barry John, apenas 25 caps con Gales y 5 con los Lions entre 1966 y 1972, que nos enseñó el uso de los espacios, la patada oportuna, el arte del contraataque, la finta y el amago, la patada táctica y el control del tempo del partido. Barry John, el apertura y capitán que inspiraba a sus compañeros y les llevaba a su mejor juego; Barry John, el tipo sensato que se retiró para vivir su vida sin ditirambos ni halagos, el día que una fan de Gales le obsequió con una inusitada reverencia ante el mostrador de una sucursal bancaria. 

Pero es cierto que los tiempos no son comparables y que ni el Duque ni Phil lo vieron. Yo sí. Yo lo he visto casi todo.

Barry John con los British & Irish Lions en 1968

Ni con TMO (o por eso)

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Increíble, alucinante, o como dice el comentarista: "Whaaat! Are you kidding me!" El "ensayo" en la propia marca.

 

Vía @bencoles_, de Planet Rugby y la BBC
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