Digo eterno porque el adjetivo nos proyecta con su propia semántica, y nos sentimos mejor, los de cierta edad. Y sí, retorno, porque en un mes regresa ese torneo que siempre esperamos con interés. El de las Naciones, que fueron las cuatro británicas (tómese el gentílico en sentido geográfico, estimados irlandeses de la República) y luego cinco, con los del sur del Hexágono y sus préstamos parisinos, de nuevo cuatro con la expulsión en 1931 de esos advenedizos broncos y semiprofesionales y de nuevo cinco, en 1946, cuando la cosa se retoma, tras el desastre bélico. Y seis, finalmente, y por muchos años, con la admisión en el "selecto club" -déjenme que entrecomille y no dé más explicaciones, porque la polémica es baladí- de los italianos.
Y retorna, también, el XV de todos, el que debe despegar de nuevo y ser consecuencia y no causa, al que se le promete año de cierta proyección, sabedores de esos partidos en la Oceanía que hace cinco siglos naos gobernadas por vascos y andaluces o castellanos dieron en bautizar como Lago Español, sin que la derrota (marítima) les llevara a asentarse en Samoa, Tonga o Fiyi, amigos ovales y miembros destacados de ese club de naciones dizque Tier 2 de nuestro particular universo, del que debíamos ser abonados destacados y no circunstanciales, porque a fuer de ser sinceros, lo somos con decimal. Y eso, el decimal, es lo que queremos que desaparezca y el contacto (en verano y en otoño) con esos XV y otros más potentes es lo único que puede borrarlo, siempre que el XV que los nuestros presenten sea el decantado de otros muchos que dejaron a los excelentes en tal vicisitud.
No dudo que es el camino que se quiere seguir, de ahí la demostrativa configuración -nueva- de los Iberians (qué ocasión perdida haberlos llamado "Ibéricos") y esa inevitable concordancia con World Rugby y sus propios, necesaria tras tanto dislate que ya va quedando atrás.
Reconozco, mientras recuerdo, que no es lo mismo. Invierno es rugby, sobre todo, que lo esencial de la temporada es invernal. Pero no es lo mismo para que el que ya se enfunda poco los pantalones, y para torneos de esos con reglas que quieren limitar las lesiones y el ritmo cardíaco, para prevención de males mayores y que, además, no son invernales. Pero no lo es es porque la práctica ha mejorado, y los medios también. Aunque eso prive a los jugadores del aroma a hierba recién cortada, que hace 30 años solo cabía disfrutar en contados campos y que uno asocia al sonido metálico de los tacos al saltar al espacio entre palos y palos. Hoy, no sabemos por cuanto tiempo, prevalecen los campos químicos y eso ha ayudado a un sensible incremento en el número de ellos en muchos lugares, y a facilitar la práctico de nuestro deporte. Pero no es lo mismo. Es cierto que la memoria es selectiva y caprichosamente arbitraria, y por eso tendemos a olvidar los campos helados a las 9,00 de la mañana de un domingo, plenos de aristas talladas por el trote de cientos de tacos de las botas que jugaron el sábado previo. Pero no es lo mismo, porque no hace tanto frío, ya no competimos y nos limitamos a seguir a nuestro club y ni siquiera hay V Naciones en enero, que ahora comienza en febrero.
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Alegoría improbable |
Ese febrero que esperamos, como cada año desde 2000, para seguir el Torneo de torneos, ese que dio principio en 1871, sin que los contendientes lo supieran, cuando en Raeburn Place se enfrentaron escoceses e ingleses por primera vez, cuando los contendientes eran 20 por bando, las reglas difusas, los umpires peculiares (in dubio contra clamosis) y nadie pretendía cobrar por su comparecencia.
Este año 2024, tras la debida preparación y selección natural de jugadores que la competición cuatrianual nos ha dejado, Francia se presenta vindicativa, aunque lame sus heridas y se regodea aún en su presunta mala fortuna; Escocia, que no tiene nada que perder y solo la Calcutta Cup que ganar, nos querrá dar la sorpresa que todo aficionado escoto espera, cuatro partidos ganados mediante; País de Gatles, en efervescente crisis, no será contendiente, mal que nos pese a los que nacimos al rugby en los 70 y quedamos deslumbrados para siempre por quienes Uds. ya saben; de los últimos del club, lo habitual, enésimo proyecto y potencial consolidación, como destino permanente a pesar de los 20 años transcurridos.
De modo que nos quedan los irlandeses y los ingleses. Los celtas, vigentes campeones (lo que no quiere decir nada, como le decía un escocés amigo a un inglés que lo va siendo: "nosotros somos los vigentes campeones del V Naciones"), tienen febrero y marzo para desquitarse de ese punto que marcó diferencias insuperables -de nuevo- con el Hemisferio Sur, y debería ser a costa de los de Borthwick, cuyo punto de diferencia significó algo menos que para los de la isla vecina, porque de ellos nunca se esperó tanto.
Todos inician ciclo nuevo, el que llevará a esa competición circunstancial que cada cuatro años decide que XV del Sur es mejor, que tendrá lugar en Australia en 2027 y donde algunos esperamos acudir, también, portando una triple XL con un León en el pecho, para apoyar a los nuestros. Pero, de momento, la grata compañía con la que veremos a España en donde juegue su Copa de Naciones, Madrid ante Alemania, casi de inmediato, o a las Home Unions y continentales adheridos, se conformará, jarra de fermentado de cebada o trigo en mano, con lo más inmediato: al rugby de invierno de 2024.